miércoles, 10 de junio de 2009

Esos ojos verdes


Café Z
Noche. Quería conocerte.
Te esperé sentado en una de las mesas de afuera, leyendo un libro de Murakami como habíamos pactado que sería el señuelo para reconocernos. Estaba totalmente de negro, con un polo que decía make music not missiles y tenía una jarra de Té Verde en frente.
Nunca llegaste. Pensé que tu auto se estacionaría junto al mío o en algún otro lado por ahí. Supongo te habrás ido con algún chico, tiernito, del parque Kennedy a pasarla bien en tu departamento.

Librería
Tarde. Mataba el tiempo.
Tu último libro está a vista de todos. Desearía que el mío esté también así. Lo siento pero la portada es bien fea. ¿Quién tomó esa foto?

Mi dormitorio.
Noche. El insomnio no tiene la culpa.
Lo leí en un día. No me gustó francamente. Lo hubiera comprado en versión pirata. Prefiero tu penúltimo libro. La portada era mejor, el argumento también y costaba más barato.

Bar del centro.
Madrugada. Te conocí.
Así que tú eras conchetumare. La pasamos bien ¿no? Al menos esa rubia, que te hacía el habla, te hizo pasarla genial. Suerte de mierda la que tienes. Mi enamorada me dijo que pareces pendejo. Encontrémonos en otro lugar, otro día, otra hora y más formales. Quiero ponerme mi saco negro. Para verme culturoso, intelectualón y todas esas huevadas, pues.

Mi casa.
Tarde. La televisión aburre.
Comiendo pan de yema con mantequilla light, parecíamos dos viejas cucufatas tomando el lonchecito. No puedo creer que no hayas leído a Bolaño. Te reíste con un desenfreno propio de un vago insensato. Te acabaste mis tres panes y el café instantáneo. Sacamos unas hojas y comenzamos a escribir poesía social e historias dignas de lumpen. Me pareció chévere tu forma de escribir prosa pero, sin duda, en poesía estabas hasta el culo.

Estadio Monumental.
Noche. Éramos los cuatro.
Tu flaquita de turno sabía más de fútbol que tú. No es tan fácil como dársela a uno de tu mismo color de camiseta e ir, como mono insano, hacía el arco. Mi enamorada y yo alentábamos a la U. Tu chica también. Tú, compadre, no sabías nada. No todas las faltas se sancionan con penal, tarjeta roja y expulsión. En los baños de un estadio nunca hay papel higiénico, jabón líquido soft y tampoco secador de aire caliente para manos.

Calle
Noche. El frío jode.
Me diste unos paquetes para venderle a los universitarios. Quedé sorprendido ¿sabes? No pensé que te dedicaras a la venta de mierda. Me negué y te molestaste. Creo que estabas pasado de vueltas. Me llega que te pongas así.

Mi casa.
Mañana. Las noticias son siempre horribles.
Tomaba desayuno, con pan de yema siempre, y me jodió ver tu cara en las notas policiales. “Cae joven narcotraficante” decía Federico. Te encontraron con paquetes de coca, marihuana y químicos. Tenías un taller ¿no? Una industria bien plantada, huevón.

Tu depa.
Tarde. Mamá Violeta es muy linda.
Fui porque recibí una llamada de tu madre. Había una bolsa con mi nombre sobre la mesa. Tu viejita buscó mi número en el directorio de tu celular y me llamó. Me la dio con algo de pena. La abrimos juntos. Eran dos libros antiguos. Nos quedamos charlando de cómo fue que nos conocimos y si sabía de tus andanzas. Le dije que me había dado cuenta hace poco. Ella no te odia ¿sabes? Me contó que habías ganado un concurso de atletismo de chico y que te negaste a seguir corriendo porque tenías que ponerte shorts muy cortos. Alguien tocó el timbre y Violeta me dejó solo unos momentos. Me paré. No conocía tu depa. ¿A quién se le ocurre tener un cuadro de Dalí en la sala? ¿No espantabas a tus invitados?

Mi cuarto.
Madrugada. Más insomnio.
Los libros eran de los años ochenta y estaban en inglés. Tenían marcas en capítulos de películas de acción, de héroes urbanos, policías que combatieron la delincuencia y algunas muertes. También tenías marcado un capítulo de un ladrón bien fashionable del cual escribieron una novela y fue best seller. Este también fue escritor ¿sabías? Publicó tres libros y después se dedicó a la fechoría, la pendejada, la huevada, pues. Tú sabes.

Universidad.
Mañana. No tengo idea cómo me encontraron.
Me llamaron por mi nombre completo. Volteé y eran dos sujetos de saco negro. Se identificaron. Eran altos, robustos, de rostro confiable. Me preguntaron sobre los libros y cuál era mi respuesta. No entendí nada. Me dijeron que los lea bien. Me buscarían otro día.

Mi cuarto.
Tarde. Entiendo.
Asair Trrewel era el ladrón sobre el que escribieron la novela esa. El tipo era guapo y vendía una cantidad modesta de libros. Sin embargo, el libro que escribieron sobre su vida ilegal fue todo un record. Entendí cada una de tus marcas. Pero ni cagando ¿sabes? Es mucha sonsera para mí.

Tu depa.
Noche. Tu mamá se preocupa un montón.
Me llamó otra vez para decirme que te vaya a ver. Piensa que somos grandes amigos. Me presentó a tu hija. Camila es hermosa. Tiene unos ojazos verdes que deslumbran. Salió a la mamá seguro. Salimos a la playa. A tu hija le gusta un montón las conchitas y las piedrecillas. Hacía frío. Me dijo que estás en Venezuela hace muchos años. Tu madre le cambió de tema al instante.

Penal de Lurigancho.
Mañana. Ella me lo tenía que decir antes.
Tu madre me esperaba a unas cuadras y se le veía preocupada. Me llevó a un lado. Sinceramente me causó sorpresa verla. Me sorprendió la coincidencia. Me dijo que llevaba ahí varias horas. Me pidió que no te comente nada de Camila. Que tú no sabías que tenías una hija. Te la ocultaron y nunca te lo habían dicho porque no te creían lo suficientemente maduro. Quedé sorprendido y sin saber que responderle, solo le daba la razón asintiendo con la cabeza. Entré y me llevaron a una sala bien descuidada. Apareciste con la barba crecida y algo sucio. Yo seguía consternado por lo que me comentó tu madre. Te estabas perdiendo de esos ojos verdes por ser tan superficial. Jamás han caminado de la mano. Tenía ganas de pegarte, de mandarte al carajo. Tú solo me hablabas de una maldita novela.

3 comentarios:

Anonymous cAPo V ha dicho...

Pense que era una historia de amor al principio.. luego me sorprendi.. hasta parecia media rara la historia, nueva forma de escribir?

11 de junio de 2009, 23:58  
Anonymous Anónimo ha dicho...

El queria que tu escribas de el !!!!! aveces uno deja de lado muchas cosas..

14 de junio de 2009, 14:40  
Anonymous Andrea ha dicho...

De hecho por el trabajo a veces uno se pierde de muchas cosas, y tambien por hacer las cosas que a uno le gusta puede dejar de lado a la familia o ser tildado de inmaduro, yo no tengo hijos pero supongo que cuando uno los tiene va tener q dejar de hacer algunas cosas no? y supongo tambien q en este caso, el escritor seguia pensando en su novela y su novela y se perdia de lo lindo que puede ser tener un hijo, una familia.

20 de junio de 2009, 10:36  

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